viernes, 3 de julio de 2015

LECTURA

De obligación a devoción

     Podemos tener claro que la lectura nos abre múltiples posibilidades de disfrute y conocimiento. Ya Platón en el diálogo Protágoras expone:
"[...] los maestros [...] los obligan a leer en los bancos los mejores poetas [...]. Allí encuentran preceptos excelentes y relaciones en que están consignados elogios de los hombres más grandes[...]"
     No obstante, la experiencia demuestra que, si bien se puede obligar a leer un libro, no se puede obligar a disfrutar con la lectura. De hecho, la obligación es inversamente proporcional al disfrute. 
     Cómo conseguir, entonces, que los niños y adolescentes lean y, no solo eso, sino que adquieran un hábito y que escojan lecturas constructivas. Aquí van algunas propuestas:
  • Hacer que se sientan libres de elegir qué leen. Si hay que "obligarles" a leer algo, proponer distintos títulos para que, al menos, puedan sentirse parte de la elección.
  • Proponerles títulos acordes con sus intereses y edad. Una lectura que a nosotros nos puede parecer inútil, puede llevar a la creación del hábito y a la adquisición de una competencia lectora que permita ir subiendo progresivamente el nivel de calidad de las obras.
  • No perder la oportunidad de recomendar un libro relacionado con algún interés que manifiesten, acontecimiento, película o estado de ánimo. Para ello, siempre hay que tener en cuenta la capacidad de comprensión y la madurez.
  • Si es posible, permitir que abandonen una lectura que no les gusta y escojan otra.
  • Jugar la baza de la "prohibición" que estimula el deseo, sobre todo en los adolescentes. No tiene que ser una prohibición real, sino que podemos generar cierta intriga o sensación de reto con frases como: "No leas este libro porque no lo vas a entender todavía", "Esta obra es para más mayores", "A Fulanito le gustó este cuando tenía tu edad, pero no sé si a ti..."
  • Invitarlos a que nos cuenten lo que están leyendo, lo que les gusta y lo que no, si nos lo recomiendan o se lo recomendarían a algún amigo. De este modo, no solo los obligamos a reestructurar la lectura, sino que conseguimos pistas sobre lo que les interesa para poder guiar sus adquisiciones futuras.
  • Plantear la lectura como un disfrute personal, como un acto casi egoísta, y no como un trabajo que se tiene que hacer. Hacerles ver que pueden vivir vidas soñadas o que jamás se les habrían ocurrido a ellos a través de otros ojos; que pueden crear su propio mundo y sus propios pensamientos y compartir los de otros.


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