lunes, 20 de julio de 2015

DESCONECTA PARA CONECTAR

     La entrada de hoy va está dedicada, especialmente, a los docentes. Algunos de ellos, no todos, ya están de vacaciones. A otros les queda poco. La cuestión es que, para unos y para otros, el tiempo de vacaciones tiene que servir para desconectar -como en el resto de profesiones, sí- y soltar todas las historias personales de alumnos o, incluso, compañeros, que nos han acompañado durante el curso.
     Todo aquel que trabaja en contacto con personas, en mayor o menor medida, sabe lo complicado que puede llegar a ser. Cuando esas personas son tu responsabilidad, la complejidad es mayor, como lo es el vínculo emocional. Por eso, llegamos exhaustos a final de curso; no es solo que la cantidad de trabajo se multiplica, sino también, el cansancio de haber tirado de nuestros alumnos durante todo el curso para que consiguieran llegar a su meta. A veces, al cansancio se le une la pena de ver que algunos de ellos, a pesar de todos nuestros esfuerzos, no lo han conseguido. Y nos llevamos a casa, además, la tarea de pensar cómo vamos a hacer para que el curso que viene los resultados sean mejores.
     El verano puede ser un buen momento para buscar respuestas, pero se deben encontrar desde una perspectiva distinta. Es necesario que desconectemos completamente de la escuela para conectarnos con nosotros mismos, con nuestras familias, amigos, naturaleza; esos libros, películas, conciertos que nos gustan; descansar. En primer lugar, es necesario porque es sano. En segundo lugar, porque realmente estaremos felices con nuestras propias experiencias y recordaremos lo bonito que es aprender, que el valor de la educación está en el camino. Cuanto mejor lo recordemos nosotros, mejor se lo transmitiremos a nuestros alumnos a partir de septiembre. Como dice Richard Gerver:
el valor de la educación está en la experiencia, en el momento, en la alegría de descubrir algo, en la satisfacción de tener una pregunta y poder buscar una respuesta
      En resumen, maestro, profesor, si quieres seguir siendo un buen docente o mejor, ¡descansa, vive, disfruta, exprime tus vacaciones al máximo! Crece tú personalmente, cuídate.

lunes, 13 de julio de 2015

LA CLAVE DEL ÉXITO EDUCATIVO II

     Intentaremos en esta entrada poner algunos ejemplos reales de lo que queremos decir cuando hablamos de que la clave del éxito educativo está en actuar, como expusimos hace unos días en otra publicación.
     El primero de ellos es el de unos padres preocupados, entre otros muchos aspectos acerca de la educación de sus hijos, por el carácter y comportamiento de su segundo hijo de 4 años. Rabietas y cabezonerías varias, propias de su edad que los padres están empeñados en manejar de la mejor manera posible. Puesto que las estrategias que utilizaron con el primer hijo no han funcionado igual, se han lanzado a pedir consejos a los especialistas. Primero, la maestra, que les dio unas pautas que abandonaron tras dejar al niño unos días sin cenar; luego, la pediatra, cuyas recetas mágicas tampoco surtieron efecto. Mientras, ellos seguían probando y probando. Hicieron un curso enfocado, precisamente, al manejo de los berrinches y las rabietas. Salieron muy decepcionados porque ya habían probado todo lo que les propusieron. Sin embargo, aunque sus esfuerzos no han logrado el 100% de efectividad que buscaban, sí tienen controladas la mayor parte de las situaciones. ¿Cómo? Han incorporado aquellas acciones que les han funcionado, han modificado las que solo funcionaban unos días y van probando nuevas estrategias que inventan. Los que los hemos tratado hemos comprobado que sus niños, en general, son respetuosos, considerados, cariñosos y felices. ¿Qué más se puede pedir?
     El segundo ejemplo nos lo proporciona un adolescente en 3º de ESO con una actitud totalmente apática hacia los estudios y la respuesta impertinente en cualquier situación que le molestara. En el instituto, los problemas eran tanto las calificaciones negativas en la mayor parte de las asignaturas como la falta de respeto hacia los profesores y los compañeros. La tutora citó a sus padres en varias ocasiones para hablar con ellos de la situación y buscar la mejor manera de solucionarla. Sin embargo, se encontró con unos padres que encontraban justificación para todos los comportamientos de su hijo. Veían las faltas de respeto como una actitud de rebeldía propia de la adolescencia; la apatía con los estudios podía explicarse porque los profesores no motivaban al chico y porque tenía déficit de atención... No consiguieron (o no quisieron) entender que, a pesar de que está muy bien buscar las causas de una mala actitud, estas nos tienen que servir para encontrar las soluciones o, al menos, para mejorarla. No reaccionaron hasta que la situación era ya insostenible también en casa, puesto que el chico entendió que podía hacer lo que quisiera, o sea, nada. Desde luego, ese curso estaba ya perdido y el trabajo que les iba a costar eliminar los malos hábitos adquiridos y fomentar otros mejores y más productivos es infinitamente mayor y mucho más complicado.
     Veamos, también, ejemplos de maestros. En primer lugar, una compañera profesora de secundaria se quejaba mucho de un grupo de 2º de ESO porque no la dejaban dar clase. Su respuesta siempre fueron castigos, pero parecía que no solo no conseguía el efecto deseado, sino que empeoraban las cosas. Se quejaba a la tutora, se quejaba a la jefa de estudios, se quejaba a la directora, se quejaba a los demás compañeros.  El curso acabó y no había conseguido manejar al grupo. El comportamiento de los alumnos fue de mal en peor y, por tantos, las posibilidades de crear un entorno apropiado para el aprendizaje y una motivación para el estudio también se redujeron. Aquella profesora decía que esos alumnos tenían que "aprender a comportarse", no obstante, por su parte no había buscado una mejor manera de enseñarles. El resultado fue todos sufrieron mucho durante el curso: la profesora, cada vez que entraba a esa aula, y los alumnos que se llevaban castigos y suspensos. Fue un trabajo agotador. Decía Einstein que es absurdo buscar hacer lo mismo una y otra vez y esperar obtener resultados distintos.
     Por otro lado, podemos contar la experiencia de otra profesora cuyo empeño era que sus alumnos leyeran. Puesto que comprobó que la mayoría de los alumnos no leían las lecturas obligatorias del curso, sino que copiaban los resúmenes o buscaban trabajos en Internet que les permitieran aprobar un examen, tuvo que buscar alternativas. No le importó enfrentarse al departamento que decidía las obras que debían leer los chicos e ir cambiando los títulos hasta dar con uno que, tras empezar a leer en clase, gustó a los alumnos. Modificó, asimismo, su planificación de clases para poder introducir una sesión semanal de trabajo de la lectura e ideó otro sistema de evaluación distinto al examen. Todo ello, dio unos resultados más que aceptables y, lo mejor de todo, sus alumnos le pidieron más libros de lectura. Esta profesora está convencida de que le hubiera llevado mucho más trabajo tener que preparar exámenes de recuperación para las lecturas o corregir trabajos repetidos de aquellos alumnos con calificación negativa que cambiar la metodología. Además,acabó el curso con la satisfacción de haber conseguido su objetivo principal: que los alumnos lean.
     Todas estas historias son reales, contadas someramente, por supuesto. Nos gustaría que cada uno pudiera aprender algo de cada una de ellas. No se trata de juzgar a las personas que las protagonizan, todos son padres amantes de sus hijos que quieren lo mejor para ellos, y profesionales que buscan ejercer su labor de enseñar. Lo que hemos querido mostrar es que, en la mayoría de las ocasiones, cuesta menos esfuerzo y sufrimiento enfrentarse directamente a los problemas educativos con la búsqueda de fórmulas alternativas a las que no nos funcionan que aplicar siempre la misma y esperar a que dé resultados. 





     Como dijo el poeta "se hace camino al andar".     

domingo, 12 de julio de 2015

DEL ESTUDIO

    Como reflexión, proponemos en esta entrada un pequeño fragmento de una obra alejada de nuestros propósitos educativos en el tiempo y, en principio, en cuanto al tema general, ya que se trata de una obra jurídica. Alfonso X, el Sabio, en el siglo XIII define "estudio" y expone las condiciones en las que se tiene que dar en Las Siete partidas, concretamente, en la Segunda Partida, título 31:
Estudio es ayuntamiento de maestros y escolares, que es hecho en algún lugar con voluntad y con entendimiento de aprender los saberes [...]
De buen aire y de salidas debe ser la villa donde quieran establecer el estudio, porque los maestros que muestran los saberes y los escolares que los aprenden vivan sanos, y en él puedan holgar y recibir placer a la tarde cuando se levantaren cansados del estudio [...] Y otrosí decimos que los ciudadanos de aquel lugar donde fuere hecho el estudio deben mucho honrar y guardar a los maestros y a los escolares, y todas sus cosas;  
     En primer lugar, llama la atención que en la definición entre la palabra "voluntad" para el hecho del aprendizaje. Nuestras leyes educativas hablan de enseñanzas obligatorias y postobligatorias, no se habla nada de voluntad. No es que esté bien ni mal, solo hacemos notar la diferencia de tratamiento que puede tener repercusiones en el propio estudio.
     En segundo lugar, es igualmente curioso cómo se hace hincapié en las condiciones de trabajo de maestros y estudiantes y en la consideración que se debe tener hacia ellos.  El estudio es una tarea lo suficientemente importante como para que se legisle sobre ella, por supuesto; pero también, es digna de ser honrada, respetada, vigilada y defendida por el resto de la sociedad. Por la cuenta que le trae a la sociedad.
     Quizá la cuestión no sea tanto segregar a la población docente y a los estudiantes del resto, sino caer en la cuenta de que todos estamos en la senda de hacer crecer la sociedad en la que vivimos a través de una buena educación. Esta buena educación solo será posible con la implicación -"voluntad y entendimiento"- de los profesionales, bien tratados y acompañados en su trabajo por toda la comunidad educativa, la cual demostrará en esta línea su propia implicación y contribución.
     En esta entrada no hablaremos de lo que entendemos por "buena educación" ni de las consecuencias que puede tener en los estudios la falta de voluntad de estudiantes -y/o profesores-. Dejamos estos temas para más adelante.

miércoles, 8 de julio de 2015

LA CLAVE DEL ÉXITO EDUCATIVO: ACTUAR

     Este es el resumen más sencillo y más claro que se nos ha ocurrido para condensar lo que significa tener éxito en esta ardua tarea que es la educación: hay que actuar, hay que hacer. Y esta clave vale tanto para los padres, como para los profesores y los estudiantes; no solo eso, la podríamos hacer extensiva a los centros, las instituciones y la sociedad entera.
     Os estaréis preguntando: "Pero, ¿qué hay que hacer?". Creemos que sobre esos temas habrá que reflexionar, discutir, leer, estudiar, pensar cómo se aplica... Y mientras ocurre todo esto, ¿qué? Somos padres que tienen que atender a sus hijos, profesores que han de dar respuestas a los alumnos, estudiantes que van a ser evaluados.
     En este blog encontraréis propuestas, meditaciones, ofrecimientos que os pueden ayudar a decidir cómo actuar en la tarea educativa desde el lugar que corresponde a cada uno. Sin embargo, hay que ser conscientes de que el cómo viene después.
     ¿Qué queremos decir con esto? Sencillamente, lo primero es decidirnos a actuar. A veces no sabemos cómo va a salirnos bien, o nos sentimos incapaces de dar respuesta a un reto educativo nuevo que tenemos delante. En la mayor parte de esas situaciones, aprenderemos cuál es la mejor manera de hacer algo mientras lo hacemos. ¿Cómo descubrimos cuál es la mejor manera de estudiar para cada uno de nosotros? Estudiando, probando distintas técnicas, planificaciones, momentos del día. Así con todo. Los profesores probamos distintas estrategias de enseñanza para los alumnos hasta que damos con la que mejor nos funciona, y la cambiaremos si deja de funcionar con alumnos distintos. Lo mismo nos ocurre a los padres con los hijos.
     Por tanto, se trata de hacer, hacer, hacer. Nos equivocaremos una y mil veces, afortunados nosotros, porque de cada uno de esos errores aprenderemos algo valioso. Ello no significa que actuemos a lo loco, sino que las reflexiones no nos tienen que parar. No significa que no tengamos que seguir formándonos, leyendo, preguntando, colaborando con otros, ya que, todo esto, nos ayudará a ganar tiempo, ver las cosas desde distintas perspectivas para enriquecer nuestras actuaciones.
     Nosotros hacemos: educamos, enseñamos, instruimos, aprendemos. Está claro que "cada maestrillo tiene su librillo". Los métodos que nos funcionan los mantendremos e, incluso, los compartiremos; los que no, los mejoraremos, cambiaremos o desecharemos.
     Correremos el riesgo de parecer un poco frikis con el ejemplo que hemos escogido para ilustrar lo que queremos decir:



viernes, 3 de julio de 2015

LECTURA

De obligación a devoción

     Podemos tener claro que la lectura nos abre múltiples posibilidades de disfrute y conocimiento. Ya Platón en el diálogo Protágoras expone:
"[...] los maestros [...] los obligan a leer en los bancos los mejores poetas [...]. Allí encuentran preceptos excelentes y relaciones en que están consignados elogios de los hombres más grandes[...]"
     No obstante, la experiencia demuestra que, si bien se puede obligar a leer un libro, no se puede obligar a disfrutar con la lectura. De hecho, la obligación es inversamente proporcional al disfrute. 
     Cómo conseguir, entonces, que los niños y adolescentes lean y, no solo eso, sino que adquieran un hábito y que escojan lecturas constructivas. Aquí van algunas propuestas:
  • Hacer que se sientan libres de elegir qué leen. Si hay que "obligarles" a leer algo, proponer distintos títulos para que, al menos, puedan sentirse parte de la elección.
  • Proponerles títulos acordes con sus intereses y edad. Una lectura que a nosotros nos puede parecer inútil, puede llevar a la creación del hábito y a la adquisición de una competencia lectora que permita ir subiendo progresivamente el nivel de calidad de las obras.
  • No perder la oportunidad de recomendar un libro relacionado con algún interés que manifiesten, acontecimiento, película o estado de ánimo. Para ello, siempre hay que tener en cuenta la capacidad de comprensión y la madurez.
  • Si es posible, permitir que abandonen una lectura que no les gusta y escojan otra.
  • Jugar la baza de la "prohibición" que estimula el deseo, sobre todo en los adolescentes. No tiene que ser una prohibición real, sino que podemos generar cierta intriga o sensación de reto con frases como: "No leas este libro porque no lo vas a entender todavía", "Esta obra es para más mayores", "A Fulanito le gustó este cuando tenía tu edad, pero no sé si a ti..."
  • Invitarlos a que nos cuenten lo que están leyendo, lo que les gusta y lo que no, si nos lo recomiendan o se lo recomendarían a algún amigo. De este modo, no solo los obligamos a reestructurar la lectura, sino que conseguimos pistas sobre lo que les interesa para poder guiar sus adquisiciones futuras.
  • Plantear la lectura como un disfrute personal, como un acto casi egoísta, y no como un trabajo que se tiene que hacer. Hacerles ver que pueden vivir vidas soñadas o que jamás se les habrían ocurrido a ellos a través de otros ojos; que pueden crear su propio mundo y sus propios pensamientos y compartir los de otros.


TRABAJO DE VACACIONES: CUADERNO DE VIAJE, DIARIO DE VERANO

     La mayoría de los estudiantes ya han empezado sus vacaciones. Algunos de ellos aprobaron todo y solo les queda relajarse y disfrutar. Otros llevan asignaturas pendientes para septiembre y tienen que estudiar durante el verano. Un tercer grupo necesita repasar o afianzar algunos conceptos aunque no tenga que examinarse.
     Muchos padres piden pautas para afrontar las tareas que sus hijos tienen que hacer durante las vacaciones familiares porque, a veces, suponen incluso tener que trastocar los planes previos.También, algunas academias o profesores particulares que atienden a los alumnos que han suspendido intentan que la época estival no pierda parte de su encanto lúdico. Los estudiantes necesitan el descanso para afrontar el curso siguiente, así que se hace más necesaria que nunca una buena planificación que englobe el trabajo y el disfrute.
     Una idea: proponer la redacción de un cuaderno de viaje o de un diario del verano. No se trata de una tarea más para entregar o ser corregida, tiene que ser voluntario y entretenido. Veamos cómo puede funcionar.


     El cuaderno de viaje es un lugar en el que se recogen todas las experiencias de un periodo de tiempo; en nuestro caso, el verano. No necesariamente se escribe a diario ni tiene que realizarse un viaje real. Se deben fomentar diferentes formatos mediante los que se plasme todo aquello que ocurre a nuestro alrededor que nos llame la atención, aquello que queramos conservar, aquello que hemos aprendido o sobre lo que queremos profundizar. Se puede tocar cualquier tema: noticias de actualidad (sociedad, economía, moda, meteorología, ecología, investigación, nuevas tecnologías), exposiciones de arte, música, lecturas, películas, relaciones personales, descubrimiento de paisajes, ejercicio físico, emociones. Se pueden guardar folletos, entradas, fotos, enlaces de Internet, recortes, hacer dibujos, narrar las experiencias... Son los aprendices los que deciden en qué se fijan y qué les interesa guardar o anotar. Eso sí, los adultos tenemos la tarea de hacerles ver la relación que todo ello tiene con lo que estudian y cómo las asignaturas y los conceptos o procedimientos que trabajan en ellas les pueden servir para poder entender mejor o para saber más sobre lo que les gusta.
     El cuaderno de viaje, por tanto, fomentará la curiosidad y se podrá convertir en un proyecto personal de aprendizaje. Habrá que hacer un esfuerzo para realizarlo, pero es un esfuerzo que merecerá la pena, porque cuando acabe el verano y vean todo lo que han hecho, se sentirán muy satisfechos.
     Los cuadernos de viaje se suelen recomendar para niños de infantil (a partir de 3 años) y primaria; sin embargo, bien planteado puede ser muy útil para los adolescentes, sobre todo, si necesitan algo de motivación o van justos en sus estudios. 
     El diario de verano, en cambio, sí que parece más adecuado para una edad a partir de 13 o 14 años -siempre hay que tener en cuenta la madurez de los chicos y chicas en cada caso concreto-. Este se combina con la planificación de estudio porque en él se registran todos los logros de cada día: lo que se ha trabajado, lo que se ha aprendido, si se ha cumplido el horario establecido, si la planificación deja tiempo para el ocio; si están aburridos, cansados, agobiados o contentos con lo que están haciendo... Se reflexiona sobre lo que se escribe y se cambia lo que no funcione.
     El diario de verano refuerza la metacognición, es decir, la capacidad para autorregular el propio aprendizaje. Los adultos debemos participar poco. En todo caso, debemos preguntar por lo positivo y lo negativo para reforzar lo primero y ofrecer nuestra ayuda para modificar lo segundo. Nuestro papel es el de dar ánimos, apoyar, a saber: mostrarnos confiados en las capacidades de hijos o alumnos, valorar en positivo su esfuerzo y sus logros, y ver los fallos como algo bueno, puesto que, si se han detectado, se pueden solucionar.
     Si necesitas más información o recursos sobre este u otros temas recuerda que puedes contactar con nosotros en arete.educa@gmail.com