viernes, 23 de diciembre de 2016

A PROPÓSITO DEL HYPERPARENTING

     Las mejores intenciones y la búsqueda de la mejora puede llevarnos a los educadores al exceso. En nuestra opinión eso es lo que ocurre con tendencias como el hyperparenting que conduce a los padres a confundir estar informados y ofrecer a los hijos estímulos que favorezcan el aprendizaje y el crecimiento con ser padres que lo sepan todo y que crían hijos perfectos. Querer alcanzar la perfección, creer que se puede abarcar todo es agotador.
     Alvin Rosenfeld y Nicole Wise definen hyperparenting como el estilo de crianza que "sobre enriquece" el ambiente en el que crece el niño de manera que sus actividades tienen que estar perfectamente "agendadas" para que les dé tiempo a hacer todo aquello que se considera necesario para su máximo desarrollo. Los padres y los niños acaban exhaustos.
     La educación tiene como objetivo final conseguir que nuestros educandos se conviertan en seres independientes, autónomos, que sean conscientes de sus fortalezas y debilidades y busquen su propio desarrollo para su felicidad. La presión y el cansancio no favorecen la curiosidad por aprender y por desarrollar las propias habilidades. Si un niño no tiene tiempo de jugar, no va a descubrir qué es lo que realmente le gusta ni en qué es bueno ni cómo puede conseguir las cosas por sí mismo... Si un niño tiene que cumplir exactamente todo lo que le marcamos puede sentirse presionado para no fallarnos a nosotros en vez de hacer las cosas para él. Si le solucionamos todo pensará que siempre habrá alguien que resuelve los problemas y no buscará la manera de hacerlo.
     Y, ¿qué hacemos? Pensemos, utilicemos el sentido común, seamos equilibrados. ¿Qué os parece las siguientes propuestas?:
  • Somos responsables. Cuidamos de nuestros hijos lo mejor que sabemos sin olvidar que nosotros somos los adultos. Buscamos el equilibrio entre la sobreprotección y el abandono.
  • Somos respetuosos con nuestros hijos y con nosotros mismos. Los niños necesitan que tengamos en cuenta sus tiempos y sus necesidades. Nosotros también las tenemos y hemos de cuidarnos para que nuestra salud y nuestro estado de ánimo nos permitan seguir dando lo mejor a nuestros hijos.
  • Priorizamos según nuestra escala de valores. Si no se puede hacer todo, habrá que elegir qué es lo mejor en lo que podemos invertir.
  • Escuchamos a nuestros hijos. Les enseñamos a expresarse, a pensar.
  • Damos espacio y proporcionamos autonomía. Dejamos que hagan las cosas que pueden hacer por sí mismos y, también, les abrimos el espacio que necesitan como individuos.
  • Ponemos límites. Escuchar no significa que los niños o tengan que conseguir todo. Ejercemos como padres responsables cuando les marcamos hasta dónde pueden llegar, les aportamos seguridad y estabilidad.
     Por último, no olvidamos que no somos infalibles y que nuestros hijos no necesitan la perfección.  Nos necesitan a nosotros, necesitan que los acompañemos. Y no olvidamos que lo hacemos lo mejor que podemos.


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